El Señor es mi fortaleza y mi cántico; ¡el Señor es mi salvación! Él es mi Dios, y lo alabaré; es el Dios de mi padre, y lo enalteceré (Ex 15:2).
Mi Señor y Dios, tú eres mi roca, mi defensor, ¡mi libertador! Tú eres mi fuerza y mi escudo, mi poderosa salvación, mi alto refugio. ¡En ti confío! (Sal 18:2).
Esfuércense y cobren ánimo; no teman, ni tengan miedo de ellos, porque contigo marcha el Señor tu Dios, y él no te dejará ni te desamparará» (Dt 31:6).
El Señor es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? El Señor es la fortaleza de mi vida; ¿de quién me he de atemorizar? (Sal 27:1).
Escucha lo que te mando: Esfuérzate y sé valiente. No temas ni desmayes, que yo soy el Señor tu Dios, y estaré contigo por dondequiera que vayas» (Jos 1:9).
Tú, Señor, eres mi escudo y mi fuerza; en ti confía mi corazón, pues recibo tu ayuda. Por eso mi corazón se alegra y te alaba con sus cánticos. Tú, Señor, infundes fuerzas a tu pueblo; tu ungido halla en ti un refugio salvador (Sal 28:7-8).
Dios mío, tú eres mi fuerza; ¡en ti confío! Eres mi escudo, mi poderosa salvación, ¡mi alto refugio! Salvador mío, tú me salvas de la violencia (2 Sa 22:3).
Dios es quien me infunde fuerzas; Dios es quien endereza mi camino (2 Sa 22:33).
¡Inclínate a escucharme! ¡Ven pronto en mi ayuda! ¡Sé tú mi roca fuerte, la fortaleza que me salve! Ciertamente, tú eres mi roca y mi castillo; guíame; encamíname por causa de tu nombre (Sal 31:2-3).
¡Vean a Dios, mi salvador! Puedo estar confiado y sin temor alguno, porque el Señor es mi fortaleza y mi canción; ¡él es mi salvador!» (Is 12:2).
La salvación de los justos proviene del Señor; él es su fortaleza en el tiempo de angustia (Sal 37:39).
Confíen siempre en el Señor, porque él es la Roca eterna (Is 26:4).
Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones (Sal 46:1).
El Señor da fuerzas al cansado, y aumenta el vigor del que desfallece (Is 40:29).
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